Limp Bizkit y su deuda saldada con Costa Rica.

Limp Bizkit y su deuda saldada con Costa Rica.
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Limp Bizkit reventó Parque Viva con un concierto que no solo explotó de energía, sino que también nos devolvió, aunque fuera por un rato, a esos años donde la vida se sentía más simple.

A pesar del caos típico para entrar y salir del lugar, nada logró bajarle el ánimo a la gente, mas bien, parecía que entre más complicado era llegar, más ganas tenía el público de gritar cada canción.

Un inicio con piel de gallina: homenaje a Sam Rivers

El show arrancó con un emotivo tributo al bajista Sam Rivers, recientemente fallecido, el público levantó los puños mientras sonaban los primeros acordes, un momento que silenció a miles y nos recordó el impacto que tuvo en la historia de la banda.

Fred Durst y compañía, intactos.

Arriba del escenario vimos a los clásicos: Fred Durst en la voz y Wes Borland en la guitarra, junto al resto del crew que acompaña al grupo en esta etapa. Y sí, Durst podrá tener 55 años, pero canta y se mueve como si aún estuviera en pleno auge, la actitud sigue intacta.

Y Wes Borland… bueno, qué decir, personalmente, siempre ha sido un show aparte: su presencia, su energía y ese look” tan único y rebelde le dan al concierto un sabor visual que nadie más logra, es un ícono por donde se vea.

Ah, y algo que solo pasa en un concierto de Limp Bizkit: nunca habíamos visto tanto “roco” con gorra roja, una escena increíble que resume perfectos 25 años de fanatismo.

Repertorio que desató la nostalgia.

El setlist fue una bomba, sonaron los clásicos del nu metal de los 90 y 2000, esos himnos que todos cantaron como si hubieran salido ayer, mezclados con material más reciente, riffs pesados, baterías que retumbaban en el pecho y la voz rasgada de Durst hicieron vibrar todo Parque Viva.

El Losersville Tour también trajo bandas invitadas que calentaron motores antes de la entrada estelar, agregando variedad y preparando al público para lo que venía.

Entre estrés y rutinas, una noche para sentirse joven otra vez.

Con deudas, trabajo y el trajín diario encima, una noche como esta cayó como alivio, por unas horas dejamos el estrés afuera: saltamos, gritamos, nos reímos y recordamos lo que era sentirse libres, ese espíritu juvenil que uno jura que ya no tiene… reapareció.

El inesperado protagonista: Nelson.

Y como si todo lo anterior no fuera suficiente, la banda subió a un joven llamado Nelson al escenario, el salvadoreño en cuestión de segundos se robó el show: actitud, energía y pura vibra, fue uno de esos momentos espontáneos que hacen que un concierto sea irrepetible.

Nota por: Jose Navarro.

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