Marc Martel en Costa Rica: La noche en que Freddie Mercury volvió sin disfraces, solo con voz…

Por: Jose Navarro
La noche del 25 de Marzo, el Palacio de los Deportes fue testigo de un fenómeno musical que roza lo sobrenatural: One Vision of Queen feat. Marc Martel. Lo que parecía un simple tributo, terminó siendo una clase magistral de cómo rendir homenaje a una leyenda sin necesidad de trajes brillantes, bigotes postizos o coreografías milimétricamente copiadas. Lo único que necesitas es una voz… y si esa voz es la de Marc Martel, todo lo demás sobra.
Desde que Martel subió al escenario, el público entendió que esto no era “otro show de Queen”. Era una experiencia distinta. Sin pretensiones, sin fuegos artificiales innecesarios, sin intentar ser Freddie Mercury… y aun así, sonando exactamente como él. Si cerrabas los ojos, te transportabas a Wembley 1986. Si los abrías, veías a un tipo humilde, sonriente, casi tímido, que sabe que tiene un don fuera de serie y lo comparte como si fuera lo más normal del mundo.

¿Quién es este tipo y por qué no está girando con Queen?
Marc Martel es canadiense, de raíces humildes y formación cristiana. Se hizo viral hace más de una década cuando subió un video cantando Somebody to Love para una audición organizada por los miembros originales de Queen. Brian May y Roger Taylor quedaron tan impresionados que lo reclutaron para el proyecto Queen Extravaganza. Desde entonces, ha recorrido el mundo con distintos formatos, poniendo su voz en la banda sonora de Bohemian Rhapsody y ganándose el respeto de millones de fans… aunque, curiosamente, no lo invitaron a ser el frontman oficial de Queen en sus giras.
¿Por qué? Buena pregunta. La respuesta probablemente esté en la necesidad de los miembros restantes de Queen de reinventarse y atraer nuevas audiencias con alguien como Adam Lambert, que aporta una imagen más pop y moderna. Pero si hablamos estrictamente de voz, de fidelidad sonora, de alma… ahí no hay competencia. Martel no necesita ser extravagante: él es la voz.

El repertorio: sin rellenos, solo bombas atómicas.
El show fue una metralleta de clásicos. Desde el inicio con Tie Your Mother Down, pasando por momentos emotivos como Love of My Life, o el épico duelo vocal de Under Pressure, hasta llegar al estallido inevitable con We Will Rock You, We Are the Champions y la mas esperada de todas Bohemian Rhapsody que dejó sin aliento a todos. No hubo lugar para temas de relleno ni para versiones raras. Fue un Greatest Hits con esteroides, ejecutado con precisión quirúrgica.
La indirecta… o ¿directa?
En medio del concierto, Martel soltó una frase con tono casual, pero que sonó como una bomba nuclear bien dirigida:
«Muchas bandas hacen tributos imitando los movimientos, los gestos, los trajes… nosotros venimos a compartir lo más importante: la música.»
¿Fue un comentario inocente? Difícil. En el contexto local, la referencia parecía apuntar con nombre y apellido al grupo argentino God Save The Queen, conocido por su puesta en escena espectacularmente parecida a Queen, pero que a veces sacrifica autenticidad vocal en favor del show. Martel, en cambio, se planta con una banda sólida, sin imitaciones teatrales, y deja que la música haga todo el trabajo.

Genios rockeros.
Y ya que hablamos de Queen, nunca está de más recordar que no eran solo músicos talentosos, sino genios de alto nivel:
- Brian May: Doctor en astrofísica. Sí, literalmente estudió estrellas cuando no estaba componiendo solos de otro mundo.
- Roger Taylor: Estudió odontología y biología, pero prefirió romper baterías en lugar de dientes.
- John Deacon: Ingeniero electrónico, responsable de muchas de las líneas de bajo más reconocibles de la historia.
- Freddie Mercury: Diseñador gráfico, responsable del famoso logo de Queen. Sí, la mente brillante detrás del escudo real de la banda.
Una banda de rock que también podría haber armado su propia universidad. Y Marc Martel, por su parte, honra esa herencia con inteligencia y humildad.
Los puntos flacos de la noche
Aunque el concierto fue impecable en lo musical, dos detalles dejaron un sabor agridulce. Primero, la asistencia: el Palacio de los Deportes no logró llenarse, con un aforo que rondó apenas un poco más de la mitad. Un evento de este nivel merecía gradas a reventar.
Y segundo, el verdadero rock… fue el que nos dieron en la billetera. El sobreprecio abusivo de alimentos y bebidas fue otro golpe bajo.